lunes, 23 de noviembre de 2009

SALARRUÉ

Por MIREILLE ESCALANTE DIMAS
Conocí a don SALVADOR SALAZAR ARRUÉ, en 1966, cuando yo tenía apenas veinte años, era estudiante de Tercer año de Derecho en la Universidad Nacional, no trabajaba –tuve la dicha que mis padres me costearon mis estudios- por lo que tenía tiempo de sobra.
Un día de tantos, me presenté al Pasaje Contreras de San Salvador, a Dirección de Publicaciones del Ministerio de Cultura, y solicité audiencia con la escritora, entonces Directora, doña Claudia Lars, quien finamente me escuchó y me atendió, le llevaba varias historias para que las leyera y publicará las que le gustaban. Ella entabló conversación conmigo, se regocijó de alegría cuando le expresé que era la sobrina de Consuelo Suncín de Armenia, con quién ella había jugada durante su infancia… Antes de retirarme, me preguntó, si podría yo ayudarle a su buen amigo escritor, que estaba por el momento sin trabajo, y necesitaba de una señorita mecanógrafa que le ayudara a salir adelante con sus escritos; él era don Salvador! El cargo sería ad-honorem; el lugar: la Villa Montserrat en el Parque Balboa de Los Planes de Renderos; el horario: de 2 p.m. a 5 p.m. durante los días de Lunes a Viernes.
Así, que me hice presente el siguiente lunes a la casa de don Salvador, quien me atendió personalmente, me presentó a doña Zelié Lardé –su esposa, ví en la sala un impresionante “escudo de familia de abolengo”; y luego enfilamos a la segunda planta, donde en su estudio me esperaba una maquina portátil de escribir, color celeste gris –la misma que se encuentra en exhibición en los salones del MUPI (1) estaba sobre una mesita de madera, con una cómoda silla, para que yo la comenzara a escribir en ella, la novela inédita llamada CATLEYA LUNA, decía don Salvador, que era el nombre de una orquídea!
Recuerdo a don Salvador, como un hombre alto, muy cortés, a pesar de tener sesenta y siete años de edad estaba completamente lúcido, de ojos color mar azul profundo, de pelo blanco, con reflejos celeste, su carácter llamaba a paz y tranquilidad; se sentaba enfrente de mí, a veces, para hacer dictados con sus piernas cruzadas y fumando cigarros de una marca para mí desconocida “King Sano”, me explicaba que se los mandaban de Inglaterra. Más de alguna vez, le solicité que me obsequiara uno de sus cigarros, y mi sorpresa fue, que no tenían nicotina… posiblemente eran exclusivos para personas que deseaban dejar el vicio de funar!
Otras veces, me entregaba los manuscritos, para que yo los mecanografiara. Doña Zelié preparaba “café de palo”(2), el que nos llevaba al estudio junto a la quesadilla de queso.


Haciendo un poco de memoria sobre más de alguna conversación que tuve con don Salvador, y doña Zelié, estaban las anécdotas que me comentaban:
Que en una época, cuando vivieron en San Jacinto, en su casa mantenían la puerta principal abierta, sin cerrarla con ninguna clase de pasador, ó llave… así vivieron alrededor de dos años. Con esto él demostraba su sencillez, que carecía de lujos, y más que todo, que creía que el ser humano era bueno como él.
Luego, comentaba doña Zelié, que una vez, don Salvador, salió solo a la calle, y cuando regresó, traía consigo a un muchacha trabajadora del sexo, que lloraba incansablemente, él le dió un lugar para dormir, y le mató el hambre… pero eso sí, al día siguiente, doña Zelié la estaba corriendo de su casa sin que don Salvador se enterara.
Me expresaba don Salvador que él hacía viajes “astrales” constantemente, y que muchas veces se transportaba a países lejanos, como Francia, y que en la calle veía a personas conocidas con quienes conversaba. Esto, él lo conseguía mediante el sueño profundo donde había aprendido a desdoblarse.
Me hablaba de su hija Maya, quien posiblemente se iba a salir del Convento de Monjas que está en Panamá, porque ella tenía una enfermedad “rara” y que a veces –no siempre- caía desmayada… que le había expresado que si en el futuro, no mejoraba su salud, se iría con ellos, sus padres. Maya, además era pintora, me gustaban sus pinturas, tenían características del Oriente, de la India…
Don Salvador, pintaba también, sus cuadros eran atrayentes, hacía unos árboles con troncos enormes, retratos dibujados al oleo, con líneas gruesas y bien definidas, parecían sur-realistas.
Doña Zelié, era pintora, decían de su estilo que era primitivo e ingenuo. A don Salvador, aunque le hubiera gustado obsequiarme una pintura de él, no podía hacerlo porque él estaba sin trabajo y pasando por una precaria situación económica, por lo que sus cuadros representaban una fuente de ingresos. Sin embargo, me obsequió a “Las Lavanderas” de doña Zelié.
El estudio que salió publicado en la REVISTA CULTURA, NUMERO 51, de fecha ENERO, FEBRERO, MARZO de 1969, y como un homenaje al artista, al ilustre poeta, escritor, pintor y hombre grande en su ingenio, me he permitido transcribirlo. Tiene Cuarenta y dos años de haber salido a la luz, y haber estado durmiendo “el sueño de los justos”.

INTRODUCCION.
Hace aproximadamente año y medio tuve la oportunidad de conocer a Salarrué. El es de complexión fuerte, blanco y alto, sus ojos son de un azul intenso y su pelo es color de plata. En su carácter domina la reflexión, la bondad y la seguridad. Lo sensitivo de su propia naturaleza se hermana con la fuerza espiritual. Salarrué vive únicamente dentro del Arte. Ha creado bellezas, mundos extensos, seres que meditan y que relatan sufrimientos y alegrías. Son seres que viven una realidad, pero una realidad que estando callada clama a gritos sus secretos. Nada de la vida le es ajeno a Salarrué y en su obra hallamos la propia humanidad.
DATOS BIOGRAFICOS
Don Alejandro de Arné y Jiménez, español, nacido en Vasconia, era profesor en Guatemala. En la Baja Verapaz se casa con Lucía Ayala, viniendo a establecerse a a El Salvador. En San Vicente funda un Colegio. Sintiendo inquietudes intelectuales escribe varias obras, conservándose aún algunas de ellas. Con don Alejandro se fija la huella y linaje que herederá su hija María Teresa Arrué, y su nieto Salvador Salazar Arrué.
Del matrimonio contraído por Joaquín Salazar y la poetisa que publicó algunas de sus obras en La Quimera y Diario del Salvador, María Teresa Arrué, nacieron Joaquín y Salvador. Este último siete años menor que Joaquín, ió por vez primera la luz del día en la ciudad de Sonsonate, el 22 de Octubre de 1899, tocándole a El Salvador la dicha de verle nacer.
Salvdaor Salazar Arrué, conocido por el pseudónimo de Salarrué, estudió la primaria en un colegio mixto de Sonsonate. Cuando sólo contaba seis o siete años, presenció una revolución contra el General Fernando Figueroa, y recuerda haberse acercado a los muertos, para cubrirlos con cal, en compañía de una sirviente.
Al terminar la secundaria, en el Liceo Salvadoreño e Instituto Nacional y luego Comercio, ganó una beca que le dio la oportunidad de entrar en la Academia Corcoran de Washington D.C., EE.UU. Ahí estudió pintura.
En el apogeo de la adolescencia publicó varios poemas, y él reconoce que son de tipo formalista. En Abril de 1922 apareció en un periódico “El Loco”. Es la primera vez que Salarrué ensaya sus vocablos tendientes a ser regionales. El poema dice así:
“Parado en el medio de la calle vieja,
Raídos los trapos con que se humaniza,
Cabizbajo el loco se rasca la oreja
Y la crin canosa y la barba eriza.
Tiene una mirada lenta y candorosa,
Mirada pesada, tras ojos de plomo.
Vino cierto día, todo polvoroso,
Nadie sabe cuándo, de dónde, ni cómo.

Pasa despacito por entre la gente,
Que con el reojo, le ve desconfiada.
Todos se detienen en grupo inquiriente…
Mas el loco mira… y no mira nada.

Como pasaría un tigre “comido”
Es seguramente, en este sentido,
Domo el cisne auatero pasa entre los patos,
Entre una visible crispazón de gatos.

¿Qué busca en el suelo con tanta insistencia
Este viejo loco, por el callejón?
¿Es que su cabeza pesa la sapiencia
O es que va buscando su propia razón?
¡Loco “patechucho”, de roto fondillo,
Loco ventilado, loco sinvergüenza!
¿Es que la experiencia sosegó tu brillo
Y acabará en eso, mi inquietud inmensa?
Con rojas encías sin dientes, sonríe
Nunca se le ha oído decir “tus” ni “mus”:
Ni habla, ni silva, ni llora, ni ríe,
Ni come con los perros y huye de la luz.
Tomad el ejemplo, bardos soñadores,
De ese loco sabio, de vida callada:
La fórmula excelsa que os causa dolores
Está por seguro, en no decir nada!...”
Indudablemente es, que vibra el verdadero poeta, aquel poeta quequiere romper y no puede, con una escuela. En “El Loco” procura conservar la métrica que se comprone de doce silabas en cada verso. Sin embargo, el escritos ya se revela al utilizar palabras de carácter regional: “comido”, “patechucho”,”tus” y “mus”. El contenido del poema parece exhalar esta filosofía: con el silencio se dicen muchas cosas. El personaje, ese loco, es un ser que quizá no era un tema para inspirarse: demasiado descuidado, con un traje roto, polvoriento, sin dientes; anormal, comiendo con los perros y huyendo de la luz; un ser al que se le podría compadecer si los espectadores fuesen humanos, o al que se le podría repudiar si ellos carecieran de la más leve humanidad. El poeta lo compadece, lo eleva, lo pone de ejemplo y hasta admira “la fórmula excelsa que os casua dolores “; el silencio.

A la edad de 23 años Salarrué contrae nupcias por lo civil y por la iglesia, con Zelié Lardé. El artista, sonriendo, dice que se casó dos veces: por la iglesia y por lo civil. Su esposa es hija de Jorge Lardé y de Amelia Arthés de Lardé. Salarrué tuvo la fortuna de encontrar una mujer comprensiva, inteligente, alegre de espíritu, franca, buena y paciente. Sí, ella supo compartir la vida del artista, sin reprocharle nada, cuidándole siempre y amándole ciegamente. Salarrué trabajó después de su casamiento en la Cruz Roja, como Oficial Mayor. Sus 3 hijas, Olga Teresa, Maria Teresa( quien perteneció al Monasterio de la Visitación en Panamá) y Aída Estela Salarrué sintió interés desde su juventud, por cierta clase de filosofía que nos llega del Oriente(de la India). Por ello puede asegurarse que Salarrué vive un mundo que no es común, y que casi todas las oras suyas encontramos esta influencia, tanto en la pintura como en sus libros.
Trabajó en “Patria”, siendo Jefe de Redacción, y después que fue Director del periódico el conocido escritor Alberto Guerra Trigueros, él también lo fue. Entre algunos de los intelectuales de su generación encontramos a Julio F. Avila, Alberto Rivas Bonilla, Manuel y Raúl Andino, Arturo R.Castro, Ramón de Nufio, Claudia Laras, Vicente Rosales y Rosales y muchos otros.
Desempeño el cargo de Agregado Cultural a la Embajada de El Salvador en Washington, D.C. , por varios años. En 1963 fue Director de Bellas Artes en El Salvador. Como pintor, ha expuesto sus obras en El Salvador, Costa Rica, Guatemala, Nueva York y Nueva Orleans.
La pintura de Salarrué después de haber pasado por un proceso totalmente naturalista, en lo que a paisajes se refiere, lentamente fue desposeyéndose de los elementos más inmediatos y acercándose a un constructivismo selectivo de la misma naturaleza. La pintura de su primer tiempo recorta la imagen del árbol, de la montaña, y concreta el agua en una condensación vigorosa. Son paísajes fortísimos, cuya dureza a veces emana reflejos metálicos. Tal vez por una necesidad de su propio espiritu, impulsado a considerar como natural lo insólito, Salarrué identifica, en su gran parte, su vivencia filosófica con la plástica. En su pintura, con una dominante antropomórfica, aparece una forma surreal del ambiente en que vivimos. Sus dibujos en blanco y negro son los que mejor concretan la imagen del misterio. Ignoramos por qué, en su pintura, hace uso dominante del verde, al que subordina en muchos casos los demás colores. No obstante, la pintura que mejor lo identifica con su propia vida, sea cualquiera su aspecto cromático, carece de agresividad: si juega con la sorpresa, nunca nos produce una sensación atormentada. Es pintura de evasión y por tanto dá un testimonio real de su propia naturaleza.
Respecto a su pintura, el conocido escritor Trigueros de Leon, hace varios años, se expresó así: “En Salarrué vemos al místico puro a través de sus cuadros, predominan en ellos los coloridos suaves, melancólicos, casi vagos. No tienen reflejos pendientes, cabrilleos de luz, tondos vivos. Hay en cada figura algo doloroso”. Y finalmente dijo: “Su pintura es un injerto real-espiritual. De las vértebras grandiosas de una serranía de la cara tosca de un indio o de la mole polvosa de una iglesia colonial, extrae espíritu, saca alma en casa suave matiz que llora”.
Se nos imagina un Fray Angélico este Salarrué, que sin olvidar los principios técnicos y de simetría, dá misticismo al conjunto y vida creadora a la forma.
En su cuarto-estudio, colgando de la pared, se encuentra un escudo donde están resumidas ciertas ideas filosófica. Ahí se explica que el momento actual por el que atraviesa la tierra es la transición entre Piscis y Acuario. Esto nos lo recuerda un ánfora que muestra a cada lado un caballo de mar y uno de tierra colocado en la parte media del escudo. El caballo de mar representa el Ego; el de la tierra, la Personalidad. Alrededor del ánfora se encuentra el mar el cual indica la Totalidad. En la parte superior del escudo hay una estrella con cinco puntas. Esta estrella alude a la Polar identificada con la de mar, ya quees la única que orienta y guía a los marinos. Podemos compararla con Cristo, porque Cristo guía a la humanidad. En lavase del escudo encontramos una leyenda que dice:”La verdad nos hará libres”.
Del 6 al 12 de julio de 1941 Salarrué representó a El Salvdor en la VIII Conferencia Internacional de la Confraternidad de la Nueva Educación, celebrada en Ann Arbor, Michigan, EE.UU.
El 8 de Noviembre de 1967 por Decreto Legislativo a Salarrué (con Claudia Lars y Vicente Rosales y Rosales) se le reconoció su meritoria labor en el Arte, y su contribución al desarrollo de la cultura nacional.
También por Decreto Legislativo, el 15 de Noviembre del mismo año, fue candidato (con doña María Baratta) al premio “Benito Juárez” ofrecido por México.
Actualmente desempeña el cargo de Director de la Galería Nacional de Artes Plásticas, en San Salvador.
Dentro de sus autores preferidos encontramos a Lord Dunsany a quien él conoció personalmente, a Fiona Macleod (William Sharp), G.H. Wells, Chesterton y Eca de Querioz.
La vida de Salarrué ha sido su obra. En ella está él, su actitud frente al mundo, sus facetas de poeta, novelista, ensayista, cuentista, narrador, pintos y quizá escultor.
Entre sus obras publicadas encontramos: El Cristo Negro (1927, 1936), Leyenda; El señor de la Burbuja (1927, 1956) novela de ambiente salvadoreño; O´Yarkandal (1929) narración fantástica; Cuentos de Barro (1ª edición, San Salvador; 2ª. EDICIÓN, Nascimiento, Santiago de Chile, 1943) su libro más conocido; Remontando el Ulúan, narración fantástica; Eso y Más (1940, 1962); Cuentos, Cuentos de Cipoteces (1945, 1961; Trasmallo, cuentos (1954), La Espada y otras Narraciones (1960); Novela Inédita: Catleya Luna.

LLAMADA
(1) MUPI –Museo de la Palabra y de la Imagen, San Salvador, El Salvador
(2) “café de palo”, café para tomar elaborado el árbol del cafeto, completamente natural ni preservantes

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